Bienvenidos a este mi intento de decir en letras lo que no siempre puedo decir en palabras







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jueves, 7 de junio de 2012

Llamé a las puertas del amor, y solo pude oír las risas, el desprecio, la humillación, pisé la alfombra de un "te quiero" duro, decorado con el silencio de tus ojos.
Busqué desesperado la respuesta… trepé a la orilla de tu sábana cubierto por la espuma del miedo y la desesperación.
Me adentré, caminé, troté, corrí recorriendo tus contornos, con mis manos, mis labio recorrieron tus límites, embriagándome en tus aromas,
Los verbos, los sujetos, los objetos, las palabras, me abrieron paso hacia el abismo de tu escote y al fondo mismo del olvido.
Llamé, grité, gemí, lloré, y solo el eco de mi canto respondió al llamado.
Recosté mi pensamiento sobre una mullida cama de versos, jirones, pedazos de sentidos, algo de aliento,  un alfabeto frío y lejano me penetró hasta el fondo de las penas, me hirió y sangró conmigo hasta el alba, despertando en un campo impresionista, de luz mortecina,
rubia, de pasión, lujuria, miedo, y soledad, es el rostro del olvido, una muchacha, a imagen y semejanza de mis realidades, trotando por las arenas, surgiendo desde el fondo del mar, envuelta en el sol del mediodía, dulce melodía de labios humedecidos, límpidos, de ojos negrísimos, brillantes, tristes, dramática sinfonía de ruidos de mar, sol, arena, es el rostro del olvido.
Sin permiso entré al olvido, Abracé la muchacha, mondé el poema por su esquina mas dúctil y lo tragué. Era un poema fibroso, carnal, ardiente, tan límpido como el agua, Un poema lavado de recuerdos, ya había perdido la memoria en un recodo del camino, Un poema erecto, viril, con su guitarra blasonada de silencios, con la alegría rota en un falsete y la tristeza muerta y desolada. Un poema desnudo, como la muchacha, un poema sin nombre…
Ven, entra en mi poema, toca, palpa desnuda muchacha, que restriegas el poema por el iris, por las carnes, Te invito, entra al olvido, la puerta está abierta, así plácido poema con toda la piel poblada de arrugas, latiendo. Ven, no te acobardes, escucha el ruido del silencio, llamando a las cosas por su nombre. El hombre olvida, el poeta olvida, el amigo olvida, entra, ya no podrás salir. He puesto las siete llaves del olvido
Roberto